MIERCOLES, Séptima Semana de Pascua, 04 de junio, (Ciclo C)

SANTO DEL DÍA

San Francisco nació en la región de los Abruzos, en Vila Santa María (Italia) con el nombre de Ascanio Caracciolo, su familia era adinerada, y su Madre era pariente de Santo Tomás de Aquino. San Francisco fue militar, un día se contagia de lepra, sus amigos y familia le abandonan, y en plena soledad, decide hacer una promesa a Dios si se curaba le serviría por el resto de sus vida. Cuando se cura vuelve a Nápoles y pide ser admitido en la Cofradía de los Bianchi, los Blancos, que se ocupan de prestar atención caritativa a los enfermos, especialmente a los de las cárceles, tiempo después decide hacer algo por la Iglesia y se dispone a fundar una Orden, Sixto V la aprobará en Roma y la llamará de los «Clérigos menores»; además de los tres votos comunes a la vida religiosa se añade un cuarto voto consistente en la renuncia a admitir dignidades eclesiásticas, en esta comunidad tomará el nombre de Francisco, luego se le unen otros diez clérigos, dedicados al ayuno y a la oración. En Valladolid fundó una casa y en Alcalá montó un colegio que sirviera para la formación de sus «Clérigos Regulares Menores». Siguen otras fundaciones también en Roma y Nápoles.
Eligió para vivir el hueco de la escalera de la casa que desde entonces es el único testigo mudo de su oración y penitencia, poseía el don de curaciones también entraba en éxtasis con el pensamiento elevado a la Virgen María contemplando el crucifijo fielmente al amor por Jesucristo. A la edad de cuarenta y cuatro años muere en Nápoles.

Evangelio del día

San Juan 17, 11b-19

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.

Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.

Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».

Palabra del Señor

  • Jesús asciende al cielo, y desde allí sigue intercediendo por nosotros al Padre, porque Él quiere que seamos uno, es decir, que vivamos en comunión plena. Jesús desde el cielo, nos recuerda que Él siempre, vivirá en comunión con Papá Dios, nos guardarán y nos custodiarán y ninguno se perderá, porque su deseo eterno es salvarnos.
  • Esta certeza y esta promesa, nos debe llenar el corazón, de alegría y gozo, porque su palabra siempre tendrá poder, y ninguna fuerza mundana nos podrá hacer daño. Cada Cristiano debe vivir en el mundo, teniendo la garantía, que la gracia de Dios, siempre nos acompaña, y que la Verdad siempre triunfa, porque esta, nos hace santos, y santifica nuestro actuar, por tanto, debemos Evangelizar sin miedo, porque el poder de la Trinidad actúa, con nuestras manos y palabras.

PRÁCTICA DIARIA

  • Invoca al Espiritu Santo, pidiendo el don de la sabiduría para discernir lo bueno de lo malo, a ejemplo de Salomón.
  • San Francisco Caracciolo con su testimonio de vida, nos enseña: que el don de la sabiduría, nos ayuda a tener un buen discernimiento.

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