
SANTO DEL DÍA
SAN FRANCISCO DE PAULA (1416-1507)
San Francisco nació en un pueblecito llamado Paula, en Italia, se retiró a la montaña, y ahí permaneció durante cinco años, rezando, meditando y alimentándose solamente de agua y de hierbas silvestres y durmiendo sobre el duro suelo, teniendo por almohada una piedra. Francisco tuvo que fundar varias casas para sus religiosos y, en todos sus conventos puso una consigna o ley que había que cumplir siempre. Decía así: “Cuaresma perpetua”. Esto quiere decir que en la alimentación se debían hacer las mortificaciones que antiguamente se hacían en cuaresma con el fin de fortificar la voluntad. Miles de hombres decidieron abandonar la vida pecaminosa del mundo e irse a la Comunidad religiosa fundada por San Francisco de Paula, a los que pertenecían a su comunidad les colocó el nombre de “hermanos Mínimos”. El Divino Espíritu le concedió a San Francisco de Paula el don de hacer milagros, de hacer curaciones, y el don de profecía, recorrió ciudades y pueblos llevando los mensajes de Dios a las gentes. Y en aquellos tiempos (como ahora) había alcaldes, gobernadores, ministros y hasta jefes de Estado que abusaban de su poder y gastaban los dineros públicos para enriquecerse o para hacer gastos inútiles y conseguir lujos, en vez de socorrer a los necesitados. A ellos les iba recordando San Francisco que a cada uno le dirá Cristo en el día del juicio aquellas palabras que dijo en el Evangelio: “Dame cuenta de tu administración”. El santo logró convertir a Luis XI antes de su muerte. Este quedó tan agradecido que nombró a Francisco de Paula como director espiritual de su hijo, el futuro Carlos VIII, rey de Francia.
Evangelio del día
San Juan 5, 17-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
Palabra del Señor
MEDITACIÓN
- Las obras del Padre y del hijo nunca descansan en su trabajo siempre habrá disposición para amar y redimir a los hombres, la divinidad siempre ejerce su misión en esta tierra y hoy se nos invita también a nosotros a actuar en relación a la voluntad del Padre y del hijo, estamos llamado a unirnos a su obra redentora y lo hacemos mediante la voluntad.
- La obediencia de Jesucristo al Padre debe ser una enseñanza para nosotros, en la que al escuchar a Dios Padre nos permite obedecerle como verdaderos hijos suyos, en donde no solo escucho su voz si no la voz de las comunidades motivados a actuar para bien a favor de los demás.
- Por otro lado se nos invita hacer la voluntad del Padre, a caminar según su justicia y misericordia, en la escucha activa y la obediencia constante, en la que nos unimos a lo divino, y cumplimos una misión en este mundo en oscuridad.
PRÁCTICA DIARIA
- Pedir en oración a Dios Padre que se haga su voluntad y no la nuestra.
- San Francisco de Paula nos dice: “Todo por amor, nada a la fuerza.“