MIERCOLES, Séptima Semana de Pascua (ciclo b) -15 mayo, 2024

SANTO DEL DÍA

San Isidro fue hijo de unos padres campesinos sumamente pobres que ni siquiera pudieron enviar a su hijo a la escuela. Pero en casa le enseñaron a tener temor a ofender a Dios y gran amor de caridad hacia el prójimo y un enorme aprecio por la oración y por la Santa Misa y la Comunión.

Huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años Isidro se empleó como peón de campo, ayudando en la agricultura a Don Juan de Vargas un dueño de una finca, cerca de Madrid. Allí pasó muchos años de su existencia labrando las tierras, cultivando y cosechando.
Se casó con una sencilla campesina que también llegó a ser santa y ahora se llama Santa María de la Cabeza (no porque ese fuera su apellido, sino porque su cabeza es sacada en procesión en rogativas, cuando pasan muchos meses sin llover).

Isidro se levantaba muy de madrugada y nunca empezaba su día de trabajo sin haber asistido antes a la Santa Misa. Varios de sus compañeros muy envidiosos lo acusaron ante el patrón por “ausentismo” y abandono del trabajo. El señor Vargas se fue a observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una hora más tarde que los otros (en aquel tiempo se trabajaba de seis de la mañana a seis de la tarde) pero que mientras Isidro oía misa, un personaje invisible (quizá un ángel) le guaba sus bueyes y estos araban juiciosamente como si el propio campesino los estuviera dirigiendo.

Los mahometanos se apoderaron de Madrid y los buenos católicos tuvieron que salir huyendo. Isidro fue uno de los inmigrantes y sufrió por un buen tiempo lo que es irse a vivir donde nadie lo conoce a uno y donde es muy difícil conseguir empleo y confianza de las gentes. Pero sabía aquello que Dios ha prometido varias veces en la Biblia: “Yo nunca te abandonaré”, y confió en Dios y fue ayudado por Dios.

Lo que ganaba como jornalero, Isidro lo distribuía en tres partes: una para el templo, otra para los pobres y otra para su familia (él, su esposa y su hijito). Y hasta para las avecillas tenía sus apartados. En pleno invierno cuando el suelo se cubría de nieve, Isidro esparcía granos de trigo por el camino para que las avecillas tuvieran con que alimentarse. Un día mientras ellos corrían por el campo, dejaron al niñito junto a un profundo pozo de sacar agua y en un movimiento brusco del chiquitín, la canasta donde estaba dio vuelta y cayó dentro del hoyo. Alcanzaron a ver esto los dos esposos y corrieron junto al pozo, pero este era muy profundo y no había cómo rescatar al hijo. Entonces se arrodillaron a rezar con toda fe y las aguas de aquel aljibe fueron subiendo y apareció la canasta con el niño y a este no le había sucedido ningún mal. No se cansaron nunca de dar gracias a Dios por tan admirable prodigio.

Volvió después a Madrid y se alquiló como obrero en una finca, pero los otros peones, llenos de envidia lo acusaron ante el dueño de que trabajaba menos que los demás por dedicarse a rezar y a ir al templo. El dueño le puso entonces como tarea a cada obrero cultivar una parcela de tierra. Y la de Isidro produjo el doble que las de los demás, porque Nuestro Señor le recompensaba su piedad y su generosidad.

Evangelio del día

San Juan 17,11b-19

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».

Palabra del Señor

  • Jesús recalca, lo esencial que es la unidad y pone de ejemplo la comunión de Amor que existe entre el Padre, el Espíritu Santo y Él . Insiste que se debe cuidar la  Comunidad a la que se pertenece, bien: parroquial, religiosa o familiar. La misión, como bautizados, es llevar la luz de Cristo, su mensaje de amor a todas las personas, sin distinción.
  • Los que viven mundanamente rechazan el mensaje de la Palabra de Dios en sus vidas, porque no siguen sus opciones, criterios u orientaciones que son totalmente opuestas a la voluntad de Dios. Jesús deja claro, que vivir en medio del mundo, sin alejarnos de sus cosas hace que se pierda el cielo.
  • Jesucristo nos guía y acompaña en la búsqueda constante, nos hace libres para que decidamos por nosotros mismos, la santidad es Él, la Verdad es Él, por lo tanto, el Camino y la Vida es Él, solo nos queda elegir la opción que sea más acorde a lo que Él amorosamente ha pensado para cada uno de nosotros, porque Cristo tiene que ser nuestro estilo de vida de día y de noche.
  • El amor de Jesucristo es principalmente llevarnos al Padre, no podemos alejarnos de su amor, debemos estar en el mundo pero no ser de él, vendrán caídas, tropiezos, de todo, pero si estamos en su presencia, él nos guardará y nos mostrará el camino que debemos seguir.

  PRÁCTICA DIARIA

  • Rezar el Padre Nuestro de día y de noche.
  • San Isidro nos enseña que para agradar a Dios solo basta poner en su manos nuestra vida, lo que hacemos y queremos hacer.

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