
SANTO DEL DÍA
SANTA MARÍA DE EGYPTO (siglo V)
Santa María según la tradición fue una mujer que desde muy pequeña se había entregado a los placeres sensuales de la vida, y no sólo ella se había corrompido sino había incitado a otros hacerlo, un día en el que se disponía a ir a tierra santa con unos peregrinos, solo con el fin de pasear, al momento de entrar al sepulcro una mano con gran fuerza la retiro del lugar por tres veces y le dijo: “Tú no eres digna de entrar en este sitio sagrado, porque vives esclavizada al pecado”. Ella se puso a llorar, pero de pronto levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una imagen de la Sma. Virgen que parecía mirarla con gran cariño y compasión, entonces ella llorando le dice: “Madre, si me es permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia, entonces al intentar entrar al sepulcro le fue permitido, allí oro y pidió perdón, entonces escucho una voz que le decía: “En el desierto más allá del Jordán encontrarás tu paz”. María Egipcia se fue al desierto y allí estuvo por 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia, durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración y a la meditación. Un sacerdote anciano llamado Zózimo le trajo la sagrada comunión un día jueves santo, prometiéndole volver el sábado de Pascua, pero al regresar la encontró muerta, le dejo un pergamino en el que escribía que murió el viernes, que orara por ella.
Evangelio del día
San Lucas 24,13-35
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN
- Los discípulos de Emaús aun no creían que Jesús resucitaría, su corazón estaba cerrado e incrédulo, y aunque comentaron al propio Jesús del acontecimiento de su crucifixión y muerte, estaban ciegos para ver más allá de la fe.
- El evangelista menciona el nombre de uno de aquellos discípulos pero, ¿el otro como se llamaba?, ese otro es cada ser humano de esta tierra, necios y rehaceos a creer en la vida que es Jesucristo, estos hombres se habían quedado en el pasado, no vivieron con esperanza en las palabras de un Dios que da vida, no trajeron a la realidad las enseñanzas de Jesucristo Dios y hombre. Su poca fe les hizo retroceder a una vida pasada enfrascada en sus propios proyectos, ya Jesús había pasado a un segundo plano para ellos después de la muerte. Pero Jesús aun después de su resurrección continua anunciando a hombres sin esperanza, y es por eso que parte el pan con ellos, Jesús no solo se presente sino que les da el l pan que da vida.
- En nuestro caminar también nos sentimos en momentos como aquellos discípulos, sin esperanza, sin fe, confundidos, pero el amor a Dios nos abre los ojos, cuando conocemos de Jesús y nos dejamos guiar por él, somos capaces de reconocerlo en lo más mínimo, ya no vivimos del pasado, vivimos en el presente y nos la jugamos toda por hacer el bien aquí y ahora, no podemos preocuparnos ni volver a la misma condición de pecado cuando todo no va bien, también la cruz hace parte de nuestro diario vivir, y para llevarla con dignidad y fe debemos seguir los pasos del resucitado.
- Como aquellos hombres queremos vivir otras experiencias de fe, y huir cuando no nos sentimos cómodos en ciertos lugares, o cuando queremos buscar otros caminos que sean bien vistos por nuestros ideales, pero los caminos de Dios no son los nuestros, ¿Hemos abandonado aquellos lugares donde podemos ser luz?¿Salimos de donde no debemos salir nunca pues contribuimos a la construcción del reino de Dios?, en donde arda nuestro corazón ahí es…
PRÁCTICA DIARIA
- Asistir a la Eucaristía para alimentarme del Dios vivo y disfrutar de su presencia.
- San María de Egypto nos muestra que la vida en Dios es hermosamente perfecta, ya el pecado no tiene dominio, es la paz de Jesucristo que hace arder nuestro corazón de amor.